Solemos pensar que los niños son unas almas angelicales y que son incapaces de mentir por eso cuando empiezan a producir alguna mentira son los padres los que más se sorprenden. Las mentiras son principalmente evolutivas, empiezan siendo fantasías, que se inventan los niños en algunos momentos, para enriquecer sus relatos sobre algún evento vívido. Luego se generan mentiras con la finalidad de llamar la atención o recibir una recompensa, ya sea un elogio o algo material, por otra persona y finalmente, se producen las mentiras que consideramos como tales con el fin de evitar un castigo, culpar a otra persona, etc.
Muchos padres preguntan qué deben hacer ante las mentiras de sus hijos, si deben hablar con ellos, castigarles, enfrentarles delante de a quienes mienten para que vean que no deben hacerlo y dejarles en evidencia, etc. Incluso a plantearse que ya no saben cuándo su hijo les está diciendo la verdad sobre cualquier cosa, pues tienen la duda constante de si les está mintiendo.
En primer lugar, hay que tener presente que la mentira es importante en el desarrollo de los niños como seres pensantes. El hecho de mentir implica ponerse en el lugar de la otra persona y deducir que es lo que quiere oír o lo que no quiere saber. Esto está ligado con la teoría de la mente que es la capacidad de atribuir pensamientos e intenciones en otras personas, y lo que nos diferencia y nos hace seres humanos. Por tanto, el mentir tiene su punto positivo, en cierta medida.
Lógicamente, cuando el menor miente constantemente y dichas mentiras son realizadas con alguna finalidad en concreto ya sea para obtener recompensas, para llamar la atención, para dañar a otros, etc. Es posible que subyaga algún problema en el menor que él no sabe expresar y es su forma de pedir ayuda.
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