¿Sabéis quién era Epicteto? Suena a filósofo antiguo, ¿verdad? Efectivamente, nació el año 55 d. C. en Frigia. Cuando nació era esclavo y fue llevado por su amo a Roma, donde, dado su talento para el estudio, tuvo la ocasión de aprender de los maestros estoicos, llegó a ser libertado y enseñó filosofía hasta su exilio en Grecia en 94 d. C. En aquella época las enseñanzas eran boca a oído y Epicteto no dejó ningún libro escrito.

Fijaros que hace 2.000 años que vivió y cómo ha cambiado el mundo desde entonces. Sin embargo, cuando tuve ocasión de leer algunas de sus ideas, supe que me encontraba ante un gran «psicólogo» de su época, si puede hablarse así. Porque… ¿Cuál es la tarea de un psicólogo? Ayudar a que las personas se sientan bien con su vida. Más que pensar en cosas etéreas e intangibles, como tantas veces hacen los filósofos, Epicteto intentó ser práctico, buscar los ingredientes donde radica ser felices. A continuación resumo algunas de sus ideas para que veamos que son heurísticos que podemos aplicar perfectamente los psicólogos de hoy:

  • Intentar controlar o cambiar lo que no podemos tiene como único resultado el tormento.
  • El deseo y la aversión son soberanos veleidosos que reclaman satisfacción. Pero, aunque poderosos, no son más que hábitos. Haz todo lo que esté en tu mano para refrenar el deseo. Si tratas de evitar fatalidades como la enfermedad, la muerte o el infortunio, sobre los cuales no tienes un control real, sufriréis tú y quienes te rodean.
  • Las cosas y personas no son lo que deseamos que sean ni lo que parecen ser. Son lo que son. No podemos elegir nuestras circunstancias externas, pero siempre podemos elegir la forma de reaccionar ante ellas.
  •  No dependas nunca de la admiración de los demás, no tiene ningún valor. Crea tu propio mérito.
  • Compórtate siempre, en todos los asuntos, grandes y públicos o pequeños y privados, de acuerdo con las leyes de la naturaleza. La armonía entre tu voluntad y la naturaleza debería ser tu ideal supremo.
  • Cultiva el hábito de estudiar y examinar una acción futura antes de emprenderla. Antes de obrar, retrocede para tener una visión más amplia, para no actuar a la ligera obedeciendo a un impulso.

Extraído del libro «Epicteto, un manual de vida», del autor Sharon Lebell.

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