Comentábamos en un artículo anterior cómo el adicto al juego suele engancharse cuando atraviesa una etapa de ánimo bajo. También vimos las principales emociones que se desbocan en su etapa de juego intenso, que se convierte en descontrolado.

A partir de entonces pasa a sentir unas emociones características:

  • Culpa. Al darse cuenta de la gran cantidad de dinero que lleva perdido. También se siente culpable por los engaños que ha hecho a su entorno y a personas de confianza, tratando de tapar su adicción.
  • Vergüenza. El jugador se avergüenza de estar tan controlado por su adicción, por haber perdido el control de su vida. Se avergüenza sobre todo por engañar a sus seres queridos y por haber malgastado, en sus conductas de juego compulsivo, un dinero que hubiera sido necesario para su familia.
  • Indefensión. El jugador tiene la sensación de que el juego se ha apoderado de su carácter y de su vida. Ya no sabe cómo ganar al “sistema” para recuperarse, los intentos en ese sentido le hunden más a la espiral del juego.

Es entonces cuando aparece la depresión. El jugador descubre que tiene un gran problema, que se ha extendido a su vida: pareja, familia, trabajo, y no sabe cómo salir de él. Se sume en un estado de ánimo negativo, nada le proporciona placer (salvo sus conductas de juego, ya no tan frecuentes al no tener dinero disponible).

Este es un momento decisivo, cuando toca fondo, si sabe pedir ayuda, apoyándose en una persona de confianza, su pareja, un amigo íntimo, y acude a un profesional, un psicólogo de confianza que le pueda ayudar.

Nuevamente, la ayuda de un psicólogo a salir de la adicción al juego, pasa por que la persona recupere el autocontrol sobre sus emociones:

  • Ayudar al paciente a enumerar, describir y buscar soluciones a los problemas que le ha provocado el juego: Problemas económicos, en el trabajo, en sus relaciones, etc.
  • Reconocer sus emociones y aprender a gestionarlas: ser capaz de buscar actividades que le generen placer, fuera del juego. Tratar de forma constructiva con su culpa y vergüenza. Transformar su miedo en “acción”.
  • Reconstruir sus relaciones personales: Reforzar sus vínculos con sus familiares, que han sido dañados en su etapa de juego compulsivo. Retomar su relación con sus amigos de siempre o buscar fuentes de nuevas amistades.

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