Muy pocos de nosotros se queda impasible en estas fechas y casi ninguno lleva una vida normal durante las mismas: tradiciones, reuniones de todo tipo, adornos en las calles, compras, grandes comidas y cenas, fiestas, y un largo etcétera irrumpen en nuestras vidas nos guste o no, hasta tal punto que podemos disfrutarlas y estar deseando que lleguen o temerlas y rezando para que pasen.
¿Dónde está la frontera entre una cosa y la otra? Y lo que es más importante ¿cómo podemos pasar del temor al disfrute? El tema es importante porque lo que está claro es que, salvo en contadas excepciones, no las podemos evitar.
Quizás para responder a la pregunta sea necesario entender realmente lo que nos ocurre y a partir de ahí, intentar potenciar lo positivo e ignorar lo negativo, pero siempre desde la comprensión de la situación.
Una de las cosas que más nos afecta emocionalmente es el hecho de reunirnos o reencontrarnos con personas (a veces en grandes grupos) con los que normalmente y a diario no nos relacionamos (al menos no con todos a la vez en el mismo momento). Estos grupos son familiares que no vemos todos los días, compañeros de trabajo con los que no nos relacionamos a diario, amigos, etc. La situación en sí ya es estresante pues tenemos que saber cómo comportarnos en un grupo nuevo ya menudo numeroso. Cuando intentamos agradar a todos y que todos nos agraden, empiezan los problemas. En estas situaciones lo mejor es intentar adaptarnos poco a poco: conversar o sentarnos al lado de las personas que nos son más familiares para poco a poco ir conectando con el resto, y tener presente que la situación es temporal: si alguien no nos agrada o dice o hace algo que no nos gusta, siempre tendremos otra persona con la que conversar o en el peor de los casos, la situación terminará.
Otro aspecto que nos afecta mucho es esa dualidad extrema de emociones: en Navidad es ‘obligatorio sentirse feliz’ pero a la vez también lo es ‘sentirse triste’ por las personas que faltan o por aquellas que no pueden disfrutarla. No se puede pasar de un sentimiento a otro constantemente sin desestabilizarnos y desquiciarnos. De nuevo la prudencia es la recomendación: no nos dejemos llevar por la ‘norma’, aceptemos nuestro estado de ánimo en cada momento independientemente de que sea como se supone que debemos estar, si no nos sentimos ni especialmente alegres ni tristes, no pasa nada.
Y por último, ‘relajemos’ nuestra agenda y tareas: vayamos únicamente a los eventos que nos apetecen realmente, no pasa nada por decir que no en estas fechas, o al menos pasa lo mismo que decirlo en otras distintas. Tampoco pasa nada por no comprar tantos regalos, ni hacer tantas comidas especiales, ni enviar tantas felicitaciones, ni tomar tantas copas ni comer tanto.
Es importante vivir la esencia de estas fechas y esa esencia es la misma que la del resto del año: intentar disfrutar con cada momento y cada persona con la que estemos dándole menor importancia a lo accesorio que es precisamente todo aquello que rodea e intenta hacer especial estas fechas.
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