Con cierta frecuencia vemos, en los medios de comunicación, noticias sobre las llamadas “novatadas” que se hacen en algunos colegios mayores al inicio del curso. Quizás el nombre que le dan, “novatadas” pretende ocultar la tremenda violencia que incluyen esos actos: Algunos alumnos mayores, aprovechando el poder que les otorga su antigüedad y liderazgo, reciben a los alumnos nuevos con “pruebas” que tienen que pasar para ser aceptados. Se trata, como en Halloween, de truco o trato, o por llamarlo por su nombre: chantajes. O aceptas el poder, el rango, el mayor valor de esas personas y te sometes a su humillación (trato) o te seguirán haciendo la vida imposible en ese “su territorio” (truco).

De modo semejante al acoso escolar, en estas conductas de novatadas, que también se producen en colegios, campamentos, universidades, etc, uno o varios alumnos (los acosadores) aprovechan su situación de poder, liderazgo sobre el grupo, eficazmente mantenido a través de la violencia (física o psicológica). Dichos cabecillas se amparan en su control sobre el grupo (también mediante chantaje psicológico) para ejercer presión grupal sobre la víctima: “Tú estás sólo, si quieres aceptación grupal y cierta protección en el futuro, tienes que someterte a más humillaciones”.

La víctima se siente desamparada e indefensa. Si se somete a esas humillaciones (que suele ser el camino elegido), no sabe aunque intuye que esas imágenes quedarán grabadas en lo más profundo de su cerebro y también en el grupo que las propicia o ampara: Ya no volverán a ver a la víctima como es realmente, sino bajo esa imagen de humillación y burla.

Si no se somete a la humillación, sufrirá la violencia de los acosadores, sus burlas, sus motes, sus golpes y se sentirá inseguro en lo que durante muchas horas al día será su casa en el próximo año.

En estos casos, lo mejor es (aunque quizá no popular) es denunciar estas conductas a los superiores, a la policía, a sus tutores o familia para tener su protección. En el peor de los casos, se tendrá que abandonar esa residencia o centro educativo, con la respectiva denuncia previa, pero evitamos un daño permanente en la autoestima de esa persona (aunque muchas veces cierto daño se lleva ya, por el chantaje y el tiempo gastado allí). Lo importante es que, a base de denunciarlo, se va consiguiendo aflorar esas conductas rastreras e irlas erradicando.

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