En las últimas elecciones generales que se han disputado en España, noviembre de 2019, pude ver, generalizando mucho, dos tipos de voto. Unos eran votos con ilusión, votos constructivos, a partidos políticos cuyas propuestas pensamos que nos favorecen a la mayoría de los ciudadanos.

Otros eran votos de castigo, de agresión al contrario, que más desean destruir al adversario que construir un futuro juntos.

¿Cómo se nota cuando nuestro voto ha sido agresivo?

  • Por una parte, si nuestro partido ha ganado, porque nos ensañamos con los que han votado otras opciones menos elegidas, pretendemos humillar a sus votantes y no tender puentes para elaborar acuerdos, tan necesarios en la política de hoy.
  • Si nuestro partido ha perdido, ha obtenido poco respaldo, nuestro voto agresivo se nota en que deslegitimamos al vencedor y poco menos que les juramos venganza en las siguientes elecciones, metiéndonos en las trincheras y no ofreciendo apoyo a las demás opciones.

En todo caso, el voto-agresión es un indicativo de que nuestra conducta exhibe poca responsabilidad individual y muestra un dominio del grupo. En definitiva, si dejamos que nuestra autoestima dependa en gran medida de los logros o pérdidas de nuestros grupos políticos, para protegernos a nosotros y nuestra estima, recurriremos al voto-agresión.

Obviamente, los humanos somos animales grupales y obtenemos buena parte de nuestros agrados por parte de nuestros grupos de pertenencia. Nos sentimos protegidos y fortalecidos por nuestra familia, empresa, partido político, etc. Intentamos el beneficio de nuestros grupos y evitarles los perjuicios, por nuestro bien personal y por el del grupo en general, que nos proporciona sensación de pertenencia. Sin embargo, en el caso de los grupos políticos, no siempre perder unas elecciones significa que nos vaya a ir peor como personas. De hecho, muchas veces nuestro grupo político tiene que cambiar algunas propuestas a la hora de pactar después un gobierno, quizá tenga que subir o bajar los impuestos cuando había prometido lo contrario, y nos perjudica…

Lo bonito de la política son los acuerdos posteriores a las elecciones. Más importante que ser (o no) el que más votos tengas es conseguir que se lleguen a realizar las acciones políticas más importantes, que te definen como grupo político: esto redundará realmente en el beneficio de tus votantes y no haber ganado pero no poder gobernar ni poner en práctica tus políticas.

En una política de bandos opuestos, sólo disfrutas cuando tienes mayoría absoluta, durante cuatro años. Es la política del voto-agresión: Cuatro años para destrozar lo que otro bando construyó en sus anteriores cuatro años.

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