De forma general, podríamos definir psicofármaco como toda sustancia capaz de atravesar la barrera hematoencefálica y afectar al sistema nervioso central. Así, muchas sustancias son activas y afectan a nuestras emociones y conductas mediante su acción en el cerebro. No pensemos solo en medicamentos… también el café, el tabaco, el chocolate… el azúcar y su ubicuo contenido en muchos alimentos preparados…

De forma que, por ejemplo, cuando nos comemos un cocido madrileño, estamos ingiriendo muchas sustancias que tendrán repercusión en nuestras emociones y comportamientos.

Sin embargo, tendemos a pensar en los psicofármacos sólo como medicamentos.

En su origen, muchos de los medicamentos provienen de remedios naturales, conocidos durante miles de años. Así, por ejemplo, la aspirina proviene de un remedio utilizado por los indios cherokee a base de corteza de arce. Por no hablar de la cocaína, un conocido estimulante que proviene de las hojas de coca, muy utilizado por los incas. A lo largo de la historia, se han ido utilizando de forma más casera, han sido transmitidos sus efectos de generación en generación, diferentes sustancias con efectos psicológicos. A través del ensayo y error, antes de ser analizados de forma más científica, se iban descubriendo los efectos de tales sustancias.

Muchas veces se han ido dando pasos en falso, fármacos que en la actualidad están prohibidos o nos parecen aberraciones: Hace no muchos años, se prescribía heroína para curar catarros, como jarabe. O compuestos del alcohol eran establecidos como útiles para niños pequeños. Incluso Freud prescribía cocaína a sus pacientes y él mismo era adicto a la misma.

En la actualidad, y ya hablando de medicamentos, se produce un tremendo abuso en el consumo de fármacos psicoactivos. Esto, en gran parte, ha sido promovido por la industria farmacéutica que, hábilmente, ha ido generando entre nosotros primero la necesidad y luego el remedio, para multiplicar sus beneficios económicos.

¿Son entonces innecesarios los psicofármacos? No. Podríamos decir que son un «mal necesario». Son útiles siempre en un marco de prescripción sensato y profesional.

  • La mayoría de las personas que hoy día utilizan antidepresivos y ansiolíticos, no los necesitan en realidad. Son hiperdiagnosticadas de depresión, muchas personas que sólo sufren los avatares normales de la vida. Como dice una conocida canción de Marwan: «La vida cuesta»
  • Los psicofármacos, por lo general, no son tan peligrosos como algunos plantean, pero tampoco son inofensivos. Recetados a corto plazo no suelen presentar problemas, a largo plazo sí. Un buen terapeuta los prescribe sólo en los casos necesarios y siempre considerando  un horizonte temporal discreto.

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