Esa es una cuestión muy importante, pero justo en Navidad, hay que tener mucho cuidado de no confundir la verdadera felicidad.

Es época de reuniones, alegría, regalos, y sí, mucho consumismo. Los pequeños ya piensan en sus regalos de Reyes Magos o Papá Noel según la tradición de su familia, y van los catálogos de juguetes por aquí y por allí. Es típico verles con: quiero esto, y esto y esto y esto… una lista infinita de cosas. Y terminamos deseando que sus sueños «se cumplan» y que tengan la mayor cantidad de deseos conseguidos, porque en principio esto le produciría más felicidad. No. La realidad es que podemos dejar que nuestros hijos caigan en el muy conocido síndrome del niño hiperregalado, que en lugar de felicidad trae otras consecuencias que en realidad no queremos para ellos: falta de atención (tendrán tanto con qué jugar y tan poco tiempo), no valorarán las cosas, no las cuidarán porque siempre tendrán oportunidad de tener otras nuevas, querrán cada vez más y agradecerán menos (llegando incluso a los enfados e inconformismo), perderán la emoción, la sorpresa y el verdadero sentido de la celebración.

Algunos consejos:

  • Hablar con los hijos sobre el valor de las cosas (no solo económico sino también de esfuerzo), sobre sus necesidades y sobre el tiempo. Y priorizar en los verdaderos deseos.
  • Concienciar en lo que tenemos y la suerte de tenerlo. Y enseñar a compartir (tenemos cosas en exceso, permitamos que otros que tienen menos puedan disfrutarlo).
  • Regalar sobretodo tiempo, y no un día, sino tantas veces podamos: ver películas de Navidad juntos, paseos para ver las decoraciones de Navidad, tomar castañas o chocolate caliente para entrar en calor, hacer algún deporte, realizar técnicas de Mindfulness (siempre viene bien tomar consciencia de cada momento y disfrutarlo).
  • Disfrutar de la familia con los hijos, tanto de la cercana como de la que no vemos mucho. Compartir el tiempo que en esta época conseguimos con ellos debido a las reuniones familiares.

Con esto hacemos ver a nuestros pequeños, que la Navidad es mucho más que regalos materiales.

En conclusión, que nuestros hijos no tengan todo lo que ellos «quieren», no les afectará nada más que para bien: aprenden a valorar las cosas, y a manejar sus emociones, ya lo hemos visto en artículos anteriores: es humano tener momentos de tristeza, de ira, de alegría… permitamos que nuestros hijos sean humanos.

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