Es sábado por la mañana, temprano, acostumbro a madrugar. Acudo a desayunar a la misma cafetería a la que voy a diario, hoy abren a las 8 AM. De repente, me doy cuenta de que estoy cayendo de nuevo en la rutina y… cambio el chip, decido desayunar con consciencia, saboreando lo que tomo, como si fuera la primera vez. El zumo de naranja y el café, como si fueran sabores nuevos. Se me hace muy agradable la experiencia, ayudo a recoger los platos para que Mery, la camarera habitual, no tenga que salir, me ha hecho ilusión verla hoy en lugar de la china Fanny, que apenas me entiende.

Después me pongo a preparar el curso de Mindfulness que, en apenas un rato, voy a impartir. Y pienso que… por qué llevaré esta última temporada más tristón y agitado de lo habitual: Me doy cuenta de que últimamente estoy descuidando la práctica de vivir en el presente. Muchas veces me descubro triste, añorando el pasado o deseando que las cosas hubiesen transcurrido de otra manera. En otras ocasiones, me noto ansioso, nervioso, como con tensión, más de lo necesario y los pensamientos en esos momentos son de preocupación e incertidumbre ante el futuro, lo que pasará… ¡o no!

He pensado iniciar el curso de hoy con esta experiencia y con lo que he podido aprender de ella:

  • Por una parte, conocer la teoría de Mindfulness no es suficiente si no lo tenemos presente, a base de práctica, un día detrás de otro.
  • En mi caso, aunque he sufrido estando mentalmente fuera del presente, aproveché para aceptar, aceptarme con esas emociones, tristeza, miedo, dejarlas estar y conocerme más y mejor. La aceptación me llevó a no intentar huir de mí mismo si no a tratarme con cariño y amabilidad, en esos momentos de más sufrimiento, como haríamos con nuestro mejor amigo.
  • Intentar vivir en el presente, centrarme en las cosas que tengo que hacer cada día, para hacerlas lo mejor posible y disfrutar de ellas, de mi trabajo: He notado cómo cambia la atención a mis pacientes cuando intento disfrutar de cada sesión, de cómo me pongo en la piel de cada paciente, le ofrezco algo para tomar, recuerdo sus eventos vitales y los nombres de sus parientes y amigos, les escucho con atención y sin juzgar…
  • Para atender bien a mis pacientes, necesito cuidarme también yo: Por ejemplo, no poner las citas muy seguidas, si no tener un descanso entre ellas. O entender cuándo me influye demasiado un paciente en mis emociones, para tomar la distancia necesaria.

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